Luego de 6 meses radicada en la ciudad de Santiago de Chile, ha sido tan largo y tan corto el tiempo trascurrido, que describirlo resulta muy paradójico. Tomar la decisión de salir
del país donde naciste, creciste y donde dibujaste tu vida no fue sencillo.
Sin embargo, la vida se encarga de enseñarte y de forma muy caprichosa que no todo puede controlarse.
Es allí cuando después de varios años de mantener la inquietud de irte o quedarte se toma la decisión que la razón te señalaba, pero, que el corazón no quería aceptar. Se estudia cada país del continente, es un viaje virtual para conocer sobre la política, economía, gastronomía e idiosincrasia de cada lugar. Comienzas a leer cientos de foros en internet que en muchas oportunidades, te llenan más de dudas que de seguridades.
Finalmente, fue el sur la opción ganadora; ya solo era decidir entre dos países: Argentina o Chile; y fue este último el destino elegido. Allí una hermana de esas que la vida te regala te ofrece una hospitalidad incondicional y no queda otra que comprar pasaje, hacer maletas e informar la amarga noticia a la familia; tarea que tampoco resulta cómoda.
Donde se tragan las lágrimas y sé hace un gran esfuerzo por demostrar fortaleza y vender la idea que la distancia no es excusa para el amor ilimitado entre padres e hijos.
Las despedidas nunca han sido escenario bonito y esta no fue la excepción. Al llegar a la ciudad que será la sede de tu nuevo hogar, te sientes abrumado y agobiado por tanta información que debes procesar, instrucciones, consejos que tratas de escuchar e internalizar, pero, que solo logras captar la mitad de ellos. Todos los días surge una nueva inquietud a la que debes avocarte y durante ese proceso, agradeces a la tecnología la posibilidad de mantener contacto a diario con toda esa gente que quieres y que extrañas todos los días un poco más.
El estatus migratorio, la búsqueda de empleo, la búsqueda de una vivienda donde no te pidan hasta los antecedentes de tus abuelos para lograr obtener un arriendo; ya comienzan hacer el pensamiento constante que alberga tu mente.
Efectivamente, si es un proceso lento es un proceso que se vive día a día, el cual hace conocerte y desconocerte en cada paso. Conoces la humildad y la soledad desde otro enfoque, pero, también aprendes a valorar las cosas más intangibles de la vida, donde un abrazo y una palabra amable resultan el regalo más apreciado. Donde el sabor y olor de una sopa caliente en un día de invierno frío te hacen viajar a tu casa y sonreír a tu mamá desde la distancia.
Por allí dicen que no deberían existir fronteras, porque, al final del camino todos sin excepción buscamos lo mismo: paz, estabilidad y progreso. Hoy doy gracias al mestizaje, porque, pienso que germina al mundo y resulta enriquecedor. Que estamos para aprender
el uno del otro y que no somos tan distintos como nos han hecho creer.
Johanna Carolina Español Forero
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